and architecture, hand made architecture

21 de noviembre de 2017

LA BICICLETA

Fijémonos en la bicicleta. Esa bella máquina. Su resultado ha llegado a ser tan depurado y exacto que apenas ha tenido que cambiar en décadas. Su lento perfeccionamiento no ha permitido otra cosa que la ambiciosa sofisticación de sus componentes. No se ha podido modificar la cualidad y cantidad de sus piezas, o sistemas de piezas. Como buena máquina que es, para ser, no se le ha podido quitar ni añadir nada más. Estamos ante un universo asumido y único. Tan es así que cualquiera puede dibujar y distinguir una bicicleta. Se sabe qué tiene que tener y cómo debe ser. Es inequívoca.

Si procediéramos a trastocar su sistema (geométrico, material y dimensional), a alterar significativamente cualquiera de sus piezas, simplemente conseguiríamos que dejara de ser una bicicleta. Probablemente llegaríamos a obtener una caricatura o un monstruo, pero no una bicicleta.

Su diseño, su designio, es tal que sólo podemos alterar sutilmente algunos de sus matices, pero nunca sus fundamentos. Porque cuando uno procede a vivir una bicicleta todo es y todo está claro. Se reconoce sin ningún esfuerzo su equilibrio, su finalidad y su potencialidad. Podríamos concluir amablemente que ya nos pertenece.

Apenas nos damos cuenta de la cantidad de máquinas que nos llegan a rodear. Son muchas y consiguen hacer y rehacer nuestro mundo. Algunas, incluso, se han naturalizado extraordinariamente y han dejado de percibirse como tales. Pero muchos de los objetos, instrumentos y artefactos que nos acompañan son, sencillamente, máquinas. Más o menos eficientes, más o menos adecuados, pero en definitiva máquinas.

Pero cómo se hace una máquina. O mejor. Qué es lo que hace que algo pueda ser entendido como una máquina. Porque un cuerpo lo es. Un planeta también. El completo cosmos. Su característica singularidad y propiedad, su autosuficiencia, su perfecta y armoniosa combinación de elementos y sistemas logran lo útil y lo bello. E incluso, a veces, lo sublime.

Un deseo. Nuestros edificios deberían ser maravillosas máquinas también. Qué si no. 

¿Damos una vuelta?

No hay comentarios:

Publicar un comentario